adolescentes

1. Etapa de cambios físicos y psicológicos que se pone en cuestión los hábitos aprendidos hasta ahora.

2. Ofrecer nutrientes de calidad y en la cantidad justa para evitar posibles problemas futuros.

3. Implicación familiar para ayudar a elegir correctamente los alimentos.

 

En esta etapa, los adolescentes experimentan grandes cambios físicos y psicológicos. Estos cambios favorecen sentimientos de gran confusión que los llevan a cuestionarse todo lo que hasta ahora les era válido, incluida la alimentación.

La adolescencia es también una etapa marcada por el gran crecimiento físico. Este hecho conlleva un estado de debilidad orgánica y cansancio. Asimismo, también hay un desgaste intelectual muy importante. De estos hechos podemos entender la importancia de aumentar las aportaciones de energía y nutrientes y asegurar así el mejor desarrollo.

El objeto de la alimentación tiene una doble vertiente: uno relacionado con la nutrición y otro relacionado con la sociabilidad.

Con el primero se trata de proporcionar la ingesta de nutrientes en cantidad, calidad y proporción adecuados para obtener un crecimiento, una madurez y un desarrollo correctos, evitar carencias nutricionales y prevenir enfermedades con elevada morbilidad y mortalidad en el adulto.

Con el segundo, entendiendo que todo acto relacionado con la alimentación es un acto social, de relación interpersonal y, en este sentido, consideramos que las comidas deben ser momentos privilegiados para la convivencia y el diálogo.

Por este motivo, en su dieta no pueden faltar las proteínas (carne, pescado y huevos) para el desarrollo muscular; las grasas saludables (aceite de oliva y frutos secos) y los hidratos de carbono (cereales, legumbres, patatas y fruta) que les aportan energía. Es necesario que eviten el consumo en exceso de grasas saturadas (bollería y comida rápida), ya que aumentan el nivel de colesterol y el riesgo de obesidad.

Hay que evitar que consuman bebidas energéticas con alto contenido con cafeína y otras sustancias excitantes que pueden provocar trastornos como nerviosismo, irritabilidad, insomnio, falta de concentración, etc.

Aunque en esta etapa es posible que los horarios familiares sean varios, sigue siendo importante hacer una comida al día en familia. Además de potenciar la comunicación y los vínculos afectivos, también permite supervisar sus hábitos alimentarios.

En esta etapa, ya son más autónomos en muchos ámbitos de su vida y alcanzan cada vez más responsabilidades. En relación con la alimentación, deben saber qué alimentos forman parte de una dieta equilibrada y cuáles perjudican la salud. En cuanto a los hábitos alimenticios, ya deben ser capaces de prepararse el desayuno, la merienda y alguna comida fácil.